I said:
Bienvenido a KApITAN ERE LIMITeD COMpANY, el bocadillo de panceta con menos visitas de la historia de los blogs.
¡Todo un desafío!

Advertencia: todos los errores ortográficos, desviaciones gramaticales, disonancias léxicas, puntuaciones no académicas, etc son testarudamente deliberadas y provocadas por la terrible acción del paso del tiempo sobre un cerebro que se va a galope tendido.
Asimismo, muchas de las imágenes y reportajes pueden herir gravemente la sensibilidad del lector y/o espectador.
El autor se hace cargo de antemano.

sábado, 12 de septiembre de 2020

Old times.

La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.


Semana veintidós.
10,11,12,13 y 14-08-2020.



 15-06-2020.
Día de la Virgen, Dios te salve María, llena eres de gracia, así en el cielo como en la tierra o algo así...
En mi juventud y a estas horas, las ocho de la mañana, llegaría a casa después de una noche de carreras, alcohol, pijas excesivas, la barandilla de la Concha y sueños postergados.
Y por la tarde, al hipódromo, la Copa de Oro, puro puro.
J.S.M., antiguo deportista.
Y el cubano Abreu desbarrando en pandemia:
Jueves, 13 de agosto de 2020
A punto de entrar en el Gargantúa y Pantagruel que esperaba mi regreso de Málaga (y Córdova), me detengo en el Manifiesto Redneck de Jim Goad. Mi intención era echarle un vistazo y dejarlo hasta que terminara con Rabelais. Pero. El libro de Goad no es un libro que se pueda dejar. Así que ya voy por la página 150. El libro de Goad es un libro sobre la esclavitud en America. ¿Creían que habían visto y leído todo sobre la esclavitud en America? Yo también. Pero lo cierto es que no sabía absolutamente nada de la esclavitud en America. ¡La esclavitud blanca! Los cientos de miles de esclavos ¡blancos! llevados a America ¡antes que los esclavos negros! La esclavitud blanca fue semejante en crueldad y en números a la esclavitud negra. Qué asombroso libro el de Jim Goad. Voy sólo por la página 150 y ya pienso que los descendientes de esclavos negros y todos los negros americanos deberían dejar de lloriquear tanto y deberían dejar de comportarse como si fueran los dueños exclusivos de las ofensas y horrores del mundo y mostrar un poco de respeto por sus hermanos esclavos blancos y sus descendientes.
“Me pregunto qué habría pensado un esclavo blanco de hace doscientos o trescientos años, después de ser fustigado, encadenado, golpeado, violado, muerto de hambre, infectado o fecundado, de la actual y moderna doctrina de privilegio de la piel pálida de los bohemios del Soho. Seguro que querría matar a todos los escritores de New York”.
Pues sí. Sería lo justo.

Viernes, 14 de agosto de 2020
Sigo con el Manifiesto Redneck ya en la página 331 me falta poco para terminar. Qué panfleto monumental, qué ríspida avalancha qué causticidad deslenguada cuánta irrespetuosidad. No creo que puedan leerse en nuestra actualidad culo blanqueado y Black con caja alta muchos libros tan políticamente incorrectos menos domesticados y más llenos de furia bendita que este libro de Jim Goat. Estamos ante una salutífera montaña de odio resentimiento y ansias de venganza orgullosamente enarboladas, y a eso añádase una ya casi inencontrable ausencia de hipocresía y de modales (lo que viene a ser lo mismo). Goad se caga en las buenas intenciones ¡por fin! ¡alguien! ¡albricias! No hay prosa ventruda aquí ni pensamiento grupal ni análisis pedonavidas con lavativa incorporada ni lirismos amariconados, sólo prosa de hueso lúcido y espumarajos de verdad. La verdad a fin de cuenta es un vaso de cianuro y un cóctel molotov y la democracia nunca triunfa como se sabe.
Y para los amantes de las teorías conspiratorias (como yo) el festín es suculento: Goad se apunta a todas con un fervor feroz. Para que vean de que tipo de libro estoy hablando el último capítulo que voy a comenzar ahora se titula Varios argumentos de peso para la esclavización de todos los progresistas blancos. Qué idea formidable.
16-08-2020.
Con el virus prolongándose en el tiempo y los muertos ya –por fin- olvidados, la gente se envalentona frente a la muerte; a eso se une la masa –orteguiana o no- picniceando a sus anchas para rebelarse contra lo que quede de conciencia; la bebecracia.
T.O., investigador.
¡Todo desatado!
A.L., trabajador del amor.
Prohibido fumar en cualquier espacio público si no existe la distancia social de metro y medio o dos metros.
Prohibido toser, exhalar, cantar, hablar, respirar.
¡Muramos!
¿Es correcto?

Unionistas.

Semana veintiuno.
La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.


03-08-2020.
En The Objective por Pablo Jiménez Arandia @pjarandia.
28 de julio de 2020
Javier Padilla y Pedro Gullón, autores de Epidemiocracia, reflexionan sobre la gestión política de la pandemia del coronavirus y sobre las diferentes crisis que explican su nacimiento, crecimiento y desarrollo.

Javier Padilla (Madrid, 1983) y Pedro Gullón (Madrid, 1988) son, respectivamente, médico de familia y epidemiólogo. Allá en los primeros días de marzo recibieron el encargo editorial para escribir Epidemiocracia (Capitán Swing, 2020), un libro que “no va sobre el coronavirus temáticamente” pero que sí está “atravesado” por él, según sus palabras. Padilla y Gullón analizan en esta obra los aspectos políticos, económicos, medioambientales y sociales que rodean a las epidemias. Tanto a la actual como a las sucedidas en las últimas décadas.

“Uno de los ejes centrales del libro es el concepto de que la salud va más allá de lo sanitario y por tanto las epidemias también”, explican por videoconferencia una mañana de julio. Tras casi dos meses de cierta calma los casos de COVID-19 en España han vuelto a repuntar. Mientras flota en el ambiente la posibilidad de nuevos confinamientos y limitaciones a la movilidad, ambos profesionales explican en esta entrevista conceptos como “sustrato epidémico”, “crisis matrioska” o la dificultad de “gestionar la incertidumbre” en una crisis tan colosal como la que nos atraviesa.

En el libro argumentáis que hemos construido un mundo propenso a las epidemias pero no preparado para afrontar sus consecuencias. ¿Qué nos ha hecho más propensos?

Javier Padilla: Señalaría tres aspectos: la invasión de los ecosistemas, que ha aumentado nuestra vulnerabilidad y los riesgos de aparición de nuevas epidemias; el incremento de los viajes, sean de turismo o negocios, que incrementa la capacidad para transmitirlas mundialmente de forma rápida; y yo añadiría un tercero más relacionado con nuestra capacidad para responder a ellas. Y es la constante presión presupuestaria sobre los servicios públicos de salud, que se ven obligados a intentar sobrevivir con lo mínimo, lo que suele suponer un recorte en la salud pública y la vigilancia epidemiológica.

Pedro Gullón: En el libro utilizamos el concepto de crisis matrioska. Esta crisis sanitaria está envuelta en una crisis económica y social, a su vez envuelta en una crisis ecológica y climática que además intersecta con la de cuidados. Hay que entender que estos elementos producen un sustrato epidémico que facilita la expansión de las pandemias. Citamos en el libro un artículo que explica que desde los años 1980 aunque las personas con enfermedades infecciosas han disminuido el número de brotes epidémicos ha aumentado. Esto es muy interesante y tiene que ver con esta fase de capitalismo tardío en la que estamos, que implica la invasión de ecosistemas, los procesos de globalización…

¿A qué os referís cuando habláis de sustrato epidémico?

PG: Al final las epidemias no surgen de la nada, de forma mágica. Se producen en un contexto concreto que tiene que ver con la situación económica, política y sanitaria del mundo o de un país concreto. Es el caldo de cultivo en el que surgen.

JP: A nivel más nacional pensar lo que nos está pasando incorporando la idea de sustrato epidémico nos ayuda a no pecar de adanismo epidémico. A no pensar que la respuesta a lo concreto y actual determina lo que está ocurriendo. Sino que cada país da la respuesta que su marco le permite. Cuando nos preguntan ¿cómo ha sido la respuesta de España a la epidemia? Respondemos que seguramente ha sido la que podía ser viniendo de los 10 años previos de los que veníamos.

¿Cómo conectáis esa importancia del sustrato con la evolución que el virus está teniendo, a día de hoy, en diferentes partes del mundo?

JP: El storytelling que hemos comentado antes -invasión de ecosistemas, aumento de transportes y movilidad y presión constante sobre servicios públicos- sirve para explicar esta especie de epidemia de tres pasos que estamos viendo: primero Asia, luego Europa y más tarde el resto del mundo, especialmente Latinoamérica.

Probablemente uno de los lugares donde hay una mayor presión sobre los ecosistemas y una mayor interacción entre humanos y animales es en el Sudeste y en el Este de Asia, que es donde ha surgido el virus. Gracias a los viajes y a la gran densidad de comunicación con los países europeos ha saltado para aquí… Si miramos cuáles han sido los más afectados son los que reciben más viajeros anualmente: Francia, Italia y España.

Y posteriormente el siguiente escalón de presión ha sido en lugares donde la capacidad del Estado para hacer frente a este tipo de situaciones está en entredicho, como Latinoamérica. Países donde ese sustrato incluye una parte importante de empleo informal y donde se decretaron medidas de confinamiento antes porque el sistema sanitario no tiene capacidad para absorber una alta tasa de infección e incidencia. Aunque por el otro lado el sistema tampoco tiene capacidad para garantizar que la población va a tener recursos suficientes para confinarse. Un ejemplo de ello es Perú.

¿Sirve entonces de algo comparar la respuesta que se ha dado en diferentes países?

JP: Por un lado es fundamental ser consciente que estamos comparando países que no han tenido la misma epidemia, por decirlo de alguna forma. Han tenido diferentes gradaciones de lo mismo. Es como si comparamos cómo ha dado respuesta un oncólogo a dos pacientes, uno con un cáncer muy localizado y otro que tenía uno metastásico. Por otro lado tenemos que ser pacientes a la hora de comparar. Para que tengan capacidad explicativa estas comparaciones tendrán que hacerse en todo caso al final del ciclo. Es decir Portugal era un modelo y ya no lo es. Singapur, que todo el mundo alababa su respuesta, luego ha sido el primer país en tener una segunda oleada y encima centrada en trabajadores inmigrantes. Israel, que también era puesto como modelo, ahora tiene un subidón muy notable de la incidencia.

Y hay un tercer aspecto a tener en cuenta cuando miramos a países asiáticos. Al inicio de la epidemia hablábamos mucho de la respuesta de Corea, Japón, Singapur e incluso China, ocultando por un lado que ya habían pasado por esto con el virus del SARS, y eso deja un aprendizaje y un poso importante. Y luego está que cada sociedad da respuesta en base a cuáles son los valores culturales que fomenta y permite. Por ejemplo allí han dado respuestas en base a aplicaciones que permiten la geo-localización, algo que ningún país europeo se está planteando.

Creo que sí es necesario detectar cuales son las buenas prácticas de algunos países para luego intentar trasladarlas en el caso de que se pueda, pero a veces incluso es mejor detectar cuáles son las cosas que no hay que hacer. A lo mejor en vez de comparar para bien es mejor comparar para mal. Y decir: mira no, no nos podemos permitirnos hacer lo de Suecia… porque si se lo puede permitir alguien es una sociedad como la sueca y ni siquiera a ellos les ha salido bien.

PG: Además cuando comparamos países de un entorno parecido como Europa y que han tenido una evolución epidémica parecida en los tiempos vemos que prácticamente no ha habido diferencias en la actuación política -si quitamos a Suecia que ha ido por su lado y a Reino Unido con sus vaivenes. Que Italia, Francia y España fuesen los países con las curvas epidémicas más aceleradas al principio tiene que ver con que son los tres países que reciben más de 40 millones de turistas anuales. No con que esos tres gobiernos hayan actuado más tarde.

Otra cosa es que cuando se detectó transmisión comunitaria en Francia, España y Alemania, una semana más tarde que en Italia, algunos países se beneficiasen de una respuesta más temprana. Pero eso es porque algunos países ya estaban afectados, no porque sus gobiernos lo hayan hecho mejor… Incluso dentro de España ha pasado eso. Que la epidemia haya evolucionado de manera mucho más favorable en Murcia o Extremadura tiene que ver con que Madrid y Cataluña estaban mucho más afectadas y se decretó un confinamiento en todo el país.

JP: Un aspecto de ese sustrato del que se suele hablar poco es el relacionado con la capacidad industrial. Uno de los problemas que limitó nuestra respuesta en un primer momento fue la escasa disponibilidad para realizar pruebas. Nos comparábamos con Corea, pero Corea fabrica tests y la capacidad industrial de España es muy limitada. Si durante décadas hemos practicado el monocultivo del turismo cuando llega una situación como esta no podemos dar una respuesta en base a eso.

Por otro lado esto no nos debe llevar a pensar que hay un determinismo del sustrato y que no hay capacidad para dar ningún tipo de respuesta. Creo que en todos los países se pueden señalar cosas que se han hecho mal. Si volviéramos a caer en la misma situación, con el aprendizaje que tenemos ahora, por ejemplo creo que sí se decretarían medidas de protección a los profesionales sanitarios con una o dos semanas de antelación.

En las últimas semanas está habiendo sucesivos repuntes de casos y transmisión comunitaria en varias zonas. ¿Por qué se ha torcido la situación en España de nuevo? ¿Se está cayendo en los mismos errores?

PG: Al final el sentido de la desescalada era tratar de compensar la caída de personal y de recursos en los servicios de salud pública y atención primaria de los últimos diez o quince años. Para que las comunidades autónomas tuviesen herramientas para rastrear contactos, etc. Pero los refuerzos hechos en dos meses han servido para momentos de baja demanda del sistema sanitario. Cambiar las dinámicas de una década en dos meses es muy difícil. En cuanto ha habido un aumento de los brotes la capacidad de respuesta de los servicios de salud pública ha sido limitada. Y esto ha vuelto a provocar un aumento de la transmisión comunitaria, que nos lleva al ciclo de tener que tomar medidas poblacionales.

JP: Seguimos sin tener la gente que pueda hacer que esto se controle. Son muy pocas las comunidades que hayan hecho una apuesta clara por que no quede un caso sin rastrear y sin trazar su procedencia.

Varios de los rebrotes más importantes tienen su origen en zonas agrícolas donde grupos de trabajadores migrantes viven y trabajan en condiciones pésimas. Esto conecta con la idea que defendéis de que la lucha contra una epidemia va mucho más allá de lo sanitario…

JP: Es la tormenta perfecta. Son trabajadores viviendo y trabajando en unas condiciones de hacinamiento y moviéndose de un sitio a otro de la geografía nacional. Y encima con poco arraigo social y poca interacción con los servicios públicos, incluidos los de salud. Yo personalmente no soy partidario de programas verticales específicos pero a lo mejor hay que planificar maneras de llegar a esa población que no llegamos habitualmente. Parece mentira que hayamos pasado por una pandemia sin que se haya hecho la reforma legislativa necesaria para que la sanidad sea realmente universal en España.

PG. En salud pública existe el concepto de salud en todas las políticas: considerar que si la salud va más allá de lo sanitario todas las políticas pueden tener un impacto en la salud. Pensando en esta epidemia se me ocurren dos ejemplos. Una medida de salud pública excepcional para el tema de los temporeros serían las inspecciones de trabajo y la regularización de las personas que están trabajando ahí. Por otro lado está la cuestión de las residencias de mayores: encuadradas administrativamente en los servicios sociales y que sin embargo han estado en el debate de lo sanitario todos esos meses…

Otro concepto al que aludís en el libro es “la construcción del otro en las epidemias” y el señalamiento directo a ciertos colectivos o personas como portadores del virus. ¿Está ocurriendo también en esta pandemia?

PG: Nosotros decimos que en esta epidemia hemos creado un concepto de ciudadanía que es el de las personas en edad trabajadora y con capacidad productiva. Y después tenemos personas en pre-ciudadanía, los menores de edad; y personas en pos-ciudadanía, los mayores, a los que hemos por un lado culpado y por el otro vulnerabilizado.

JP: Creo que España ha sido uno de los pocos países que no ha dejado salir a los niños a la calle hasta muy avanzada la situación de confinamiento. Eso es un ejemplo de lugar donde se ha puesto el foco. Intentando cargar la responsabilidad de la prueba sobre la infancia: hasta que no demostremos que no son el Covid-19 con cuatro patas no les vamos a dejar salir a la calle. Las políticas de infancia en España son de las más débiles de la Unión Europea: es posible que eso esté relacionado con el papel que ha jugado la infancia en relación a otros países. Después de la primera rueda de prensa de Pedro Sánchez al decretar el confinamiento todos sabíamos lo que podíamos hacer con la mascota pero ninguno sabíamos lo que hacer con los niños. No se trata de oponer mascota y niños… pero es que los niños son ciudadanos y tienen derechos.

También señaláis a la comunicación desde lo público como uno de los elementos clave para afrontar una epidemia. ¿Cómo valoráis desde ese punto de vista el papel del Gobierno español y de figuras como Fernando Simón y Salvador Illa?

JP: Creo que ha sido un acierto poner el protagonismo de la comunicación no política en manos de un técnico como Simón. Y también que él compareciese conjuntamente con un cargo político cuando lo que se transmitían eran decisiones puramente políticas. Sí creo que a nivel público ha habido cierta sensación de se daban bandazos y que no se explicaba por qué. Pero es que esos bandazos son una característica fundamental de la medicina y, más concretamente, de la salud pública. Que no es otra cosa que la gestión de la incertidumbre.

PG: Como elemento positivo creo que es la primera vez en una rueda de prensa en la que una persona transmite incertidumbre pero en el sentido más positivo. Era la primera vez que nos enfrentábamos a esto y eso ha generado mucha confusión. Ha habido gente que le ha costado admitir que a veces cuando se implementa una medida no sabemos el resultado que va a tener… Y que hay que tomar las medidas con la mejor información que tenemos y a veces esto no lleva al resultado esperado.

Una crítica bastante extendida al Gobierno ha tenido que ver con la transmisión de los datos de la epidemia. ¿Cómo la valoráis vosotros?

JP: Hay que hacer hincapié en que los datos que no tenemos es porque nunca los hemos querido tener. Y no me refiero a ahora. Cuando hablamos de que las residencias de ancianos son no lugares, lo son también a nivel de vigilancia epidemiológica. No tenemos datos porque no había sistemas de información para ello. Cuando hablabas con gente que trabajaba en vigilancia epidemiológica en las comunidades autónomas te decían que estaban trabajando 24 horas y siete días a la semana principalmente diseñando los sistemas que podían dar salida a la información que se recababa… porque previamente no estaban.

PG: Somos poco conscientes de lo que cuesta generar los datos y del lugar del que partíamos. No hay que poner una dicotomía entre los dos objetivos de los datos: controlar la epidemia y transmitir información a la ciudadanía. Ambos elementos son importantes. No habría que priorizar ninguno, sino contar con sistemas lo suficientemente buenos para que ambas cosas ocurran a la vez. De cara a la legitimidad que tiene un Gobierno a la hora de tomar decisiones transmitir la información de forma correcta y veraz es uno de los elementos cruciales.

Por otro lado, igual que debemos introducir el elemento incertidumbre, tenemos que introducir el elemento de la paciencia. Analizar los datos y procesarlos lleva mucho tiempo. Le está pasando a todos los gobiernos de Europa… nadie tiene una política de datos perfecta. Paciencia no significa no ser transparente. Creo que ha habido un problema a la hora de humanizar este proceso de generación de datos, que parecía que se hacía de forma automática.

Según vuestras palabras, la aprobación del Ingreso Mínimo Vital es la medida sanitaria más importante aprobada en estos meses. ¿Por qué?

JP: No hay nada que mejore más la salud de la población que saber que va a poder llegar a fin de mes. Absolutamente nada. Por eso afirmamos que las políticas de renta garantizada tienen uno de los mayores impactos sobre la salud de la población. Si la gente sabe que en caso de tener que quedarse en casa va a tener garantizado un dinero para poder comer y pagar el piso está claro que es un colchón de seguridad que disminuye mucho el impacto de una epidemia sobre la salud. Cuando hablamos al final del libro de los derechos para una nueva situación pos-pandémica, hablamos de derechos polisémicos y del derecho a respirar. Que alude a lo medioambiental, a los respiradores de los hospitales, pero también a poder respirar y llegar a fin de mes sin asfixiarse. Eso tiene un impacto sobre la salud innegable.

¿La unidad de España?
Pufff...
T.I., diplomático.
04-08-2020.
Uno de los negociadores con el dictador Franco durante el cambio de régimen, el posterior rey D. Juan Carlos I, se pira de España.
Un día histórico y trágico, dice la conductora matinal sustituta de la sustituta en la radio.
Demasiados acentos, treintañera.
J.O., al borde del abismo del cincuenta.
En torno al Borbón por @jg_dominguez.
- Ahora ya solo falta el detalle de devolver el dinero.
- La mente humana es tan extraña y misteriosa. Para qué tendría ese hombre, con todas las necesidades materiales resueltas de por vida, que meterse a hacer el quinqui en negocios cutres de comisionista?
- Hay algo de tragedia griega en que sea tu hijo quien te expulse al destierro ya viejo y decrepito.
- Lo adacadabrante ahora será ver al Borbón en el exilio y al Pujol en su casita.
- Pujol no era Cataluña y tampoco el otro es España.
- República Dominicana?
- Qué es eso de que un rey anuncie alegremente que se va de su país cuando está siendo investigado por la fiscalía?
- Si Juan Carlos se tiene que ir de España, qué hacemos ahora con los empresarios españoles, madrileños por más señas, que le pagaron todas esas comisiones en negro?
- España es, en el fondo, un país admirable. Está lleno que chorizos en su élite, sí, pero al final caen. Echar a un rey no es nada fácil y aquí lo acabamos de hacer. Viva España, joder.
- Corromper solo al rey de un Estado constitucional y democrático es algo muy peligroso. Y ahí lo dejo.
- Don Froilán se queda.
- Me puedo poner en su piel. Te piden que medies en el contrato del siglo con unos jeques medievales. La pasta que se mueve es inmensa. Tú tienes una novia más joven con gustos caros y un yate algo pasado de moda. Difícil dilema.
- Los palmeros de Juan Carlos deberían reparar en que quien lo ha mandado fuera de España ha sido el Rey Felipe VI.
- La República Dominicana, qué cutrez, por Dios.
- Hay algo de corte de los milagros en todo este asunto, algo muy valleinclanesco, incluidas las lágrimas de plañidera de la prensa cortesana de Madrid.
- Dicho todo lo cual, conste que yo sigo siendo partidario de la Monarquía. Y no por convicción sino por estética.
- El mejor servicio que se puede hacer a España es pagar el IRPF. Todo lo demás son coñas marineras.

¿Quién está dispuesto a creerse los datos de desempleo facilitados mensualmente por los Servicios de Empleo de España?
¿Ciento sesenta y cinco mil empleos creados en la Comunidad de Madrid durante julio?
Menuda masturbación compulsiva.
S.S., mentiroso a sabiendas.
05-08-2020.
Cuando sabes que te llevan al matadero.
O al campo de concentración.
J.S.M., lector ocasional.
Ahora mismo, ¿a quién le importa la espantá del Rey Emérito?
A los jodidos periodistas, a los independentistas y soberanistas.
E.E., politólogo en fase de politoxicomanía.
Muertos por todos lados.
La aritmética falla.
E.L., licenciado en Matemáticas plan antiguo.
Agosto cascándosela en plena expansión vírica.
¿No decían que el calor remitía el virus?
Ya no se estudia; se tertulianea.
F.F., licenciado en pirámides invertidas.
06-08-2020.
Al principio fue el camino, el viaje.
S.S., sentenciador.
Con la que está cayendo, ¿de verdad hay que huir?
A.L., asustado.
Siete horas del centro al norte con mascarilla y a lo pesado pessoa.
J.S.M., sin rumbo.

7,8 y 9-08-2020.




miércoles, 5 de agosto de 2020

Algunos sábados.

La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.

Semana veinte.
27-07-2020.
En Vozpopuli por Gregorio Morán.
SABATINAS INTEMPESTIVAS.
Este no es país para viejos.
Carecemos de sociedad civil. Nos movemos al impulso de los partidos. Se sale a la calle, se protesta, nos irritamos, pero todo se hace a iniciativa de esos instrumentos políticos nacidos para conquistar el poder, porque nos incitan o nos convocan. Quizá fueron muy raros y breves los períodos de nuestra historia donde se manifestaba una conciencia civil. Hoy es inencontrable. Si a eso añadimos que las individualidades intelectuales que otrora mantenían un cierto nivel ético han desaparecido tragadas por sus intereses, nos queda un panorama desolador. Ha vuelto el intelectual militante de Estado, seguro y bien pagado, y los aspirantes voraces a la búsqueda del resquicio que los convierta en exégetas del mando. Me gustaría echar la culpa al mercado y a la globalización, pero lo nuestro es de mesa camilla: no llames la atención si no tienes quien te respalde y abone tus servicios. 
No encuentro otra explicación de mayor enjundia para analizar ese silencio de los corderos ante el holocausto de viejos en nuestro país. ¡Quién no es lo suficientemente cool para aparecer ante el mundo, que se limita a su pueblo y su chabolo, para no inclinar la rodilla ante el asesinato de un negro en Minneápolis! Al fin y a la postre el reclinatorio solidario apenas dura diez minutos y no merece la pena ni apagar el móvil. Toda esta faramalla solidaria en Madrid y Barcelona me recuerda lo de aquel falangista que dirigía el semanario “Sábado Gráfico”, Eugenio Suárez por buen nombre, cuando, afectado por la negativa a una de sus triquiñuelas económicas, le espetó al reticente interlocutor: “¿Para esto hemos muerto un millón de españoles?”

La epidemia de coronavirus golpeó de manera brutal al ejército inmóvil de viejos encerrados en las residencias. Casi el 80 por ciento de los muertos, siete de cada diez. El Gobierno del Poder Absoluto trasfiere la responsabilidad a las autonomías, si son del PP mejor; Madrid y Castilla León llevan las de perder y sus muertos, por clara incompetencia cuando no irresponsabilidad, tapan lugares que no deben citarse, entre otros Cataluña, un desastre sin paliativos. Pero ya se sabe que cuando nuestros socios delinquen es sin mala intención, a diferencia del adversario que es por esencia un delincuente perverso. Entre todos lo mataron y él solo se murió, según el dicho popular. 
Dentro del espanto, lo que más llama la atención es la falta de datos fidedignos; sólo en algún caso las familias gimen y protestan, pero las cubre el silencio. Desde el 8 de marzo murieron en el abandono 19.400 ancianos, pero no hay rodillita que les homenajee. A estos solidarios de sudadera en el fondo les importa una higa que desaparezcan los viejos, incluso mejor que se retiren de los presupuestos; imagínense que algunos tuvieran memoria y además votaran: qué pintan ellos en la 'nueva normalidad'. Nuestra cultura social, especialmente la española, rompió con los abuelos en el tránsito de los dos siglos. Quedaron en un vago eco de tiempos que mejor no recordar. Cuando la precariedad fue convirtiendo la casa de abuelos en guarderías low cost, tuvieron un sentido solidario; unos aguantaban los reproches mientras otros salían corriendo tras dejar a los niños a buen recaudo. Yo no tuve abuelos y lo considero una carencia de imposible consuelo, pero nosotros pertenecemos no a otra generación, sino a otra época, como no me canso de repetir. Ahora no se pasa página, se abre otra pantalla y eso lo cambia todo, porque los libros de familia se conservaban, a menos de quemarlos, pero el ordenador te abre mundos a voluntad y lleva a la nube lo que no se mira nunca.

“El racismo es una pandemia” decía una pancarta en el Madrid del holocausto viejuno. Hay que ser simple y estúpida -la llevaba una adolescente- para confundir el culo con las témporas. Se creen que el racismo se corrige con vacunas y el BOE cuando en realidad resulta como la estupidez, la ignorancia y la xenofobia: están en el ADN de la sociedad y eso incluso explicaría por qué conmueven las imágenes de un negro asesinado por un policía y no provocan sino gestos de rechazo -¡que no, que no quiero verlo!- las camas de esa residencia donde en demoledor y valiente descripción de Cinta Pascual, presidenta de las Residencias de Ancianos de España, un médico con el juramento de Hipócrates en la entrepierna entraba en la sala y declamaba su sentencia: “¡Mórfico!” (dosis de morfina), adelanto del “éxitus” (fallecimiento inminente). 
A los viejos no sólo les quitan el futuro, aciago y efímero, sino que ahora les arrancan el presente. Criterios científicos, dicen, como si se tratara de prácticas de tanto Dr. Mengele como anda suelto en esa comunidad humillada y militarizada que es el equipo médico, un ejército del que han desaparecido los mandos y que pelea con escasos medios. ¡Tenemos la mejor Sanidad de Europa!, decía el Gran Trilero antes de que la realidad le hiciera volver a remover los cubiletes. El 14-M fue una frivolidad y un Gobierno no cae por frívolo; de ser así no habría presidentes en España desde hace siglos. Los Gobiernos pueden caer, eso sí, por mentirosos, pero es tan amplio nuestro muestrario que estamos curados de espantos. Pasa todo.

¿Cuándo empezamos a llevar a nuestros viejos a las residencias? Yo diría ¡sin criterios científicos! que sería hacia los 90 del pasado siglo, al tiempo que la ancianidad se prolongaba y había cierta holgura económica. Mis padres tuvieron una agonía cruel, pero nos los fuimos turnando entre los hermanos hasta que él se fue muriendo por un tumor cerebral y ella, que le sobrevivió un tiempo, se desmochó como un árbol caído; un agravamiento cardiovascular obligó primero a la amputación de una pierna y luego de la otra; un sufrimiento que pasó entre hospitales y las casas de sus hijos. Nunca estuvieron en una residencia; ni ellos ni nosotros lo hubiéramos entendido. Murió en enero de 1988, mal, como había vivido.
Por aquellos años el director de cine japonés Shohei Imamura estrenó una emocionante desolación que tituló “La balada de Narayama”. La historia de los viejos de un pueblo, pobre hasta la hambruna, que a finales del siglo XIX se retiraban a la montaña a esperar la muerte, en soledad y abandono. Sus vecinos no podían acarrear más miseria para sostener a quien hubiera cumplido los 70. Entonces, recuerdo, que me dejó aventado esa historia antigua. ¿Quién podía imaginar que podía ser nuestro futuro?
28-07-2020.
Casi siempre en un punto indeterminado de la ciudad el garito de sudor y fluidos perreando a oscuras así lo llaman ahora pegaditos la camisa abierta el top sin sujeta tetas a la espera de noticias de la muerte disfrutando de unos segundos de lo que nos alumbraron los mayores como vida ¡qué buenas están! la morena la rubia la asiática la latina la europea la yanqui rozándose en ultima instancia al poner en riesgo lo propio y lo ajeno...
T.L., post adolescente.

En Vozpopuli por Gregorio Morán.
SABATINAS INTEMPESTIVAS.
Una guerra no declarada
Si acierta quien dijo que la primera víctima de una guerra era la verdad estamos comprobándolo cada día que pasa. Que nos están ocultando lo que ocurre resulta una evidencia; que nos engañan ocultando los datos más evidentes de la pandemia en aras, aseguran, de no provocar miedo, y que juegan con algo tan sustancial como son nuestras vidas alegando que debemos huir del catastrofismo. Todo eso es cierto, pero no podría hacerse sin la complicidad de los ayudantes del verdugo. Nos engañan para aliviarnos de la pena y eso es tan falso como ellos. Confieso que por principio siento más desprecio hacia el colaborador necesario, el cómplice, que repulsa ante el criminal confeso.
Las estadísticas anónimas de enfermos, de afectados, no digamos ya las de fallecidos están trucadas y suben y bajan por razones que se nos escapan pero que a buen seguro ellos deben conocer, porque son quienes las fabrican. Como se trata de una guerra no declarada y con numerosas víctimas juegan con los sentimientos para ocultarnos la realidad. Y quizá esa realidad no sea otra que el convencimiento de que no saben qué hacer para detener la catástrofe salvo sacar estadísticas, en general comparativas. Estamos mejor que otros, luego no lo hacemos mal, sino magníficamente. Como corresponde a quienes siguen con la letanía de contar con la mejor sanidad del mundo. Se aplaude la incompetencia, no los esfuerzos sanitarios.

Mienten como bellacos y detrás de sus mentiras no ocultan el desprecio con el que nos tratan. No tenemos más fuentes de conocimiento que aquellas que nos regalan con cara de conmiseración, como si sufrieran lo que no sienten y estuvieran más afectados que nosotros, convertidos en víctimas de la suerte. Que nos infectemos o no parece una cuestión de azar que uno debe llevar como un baldón porque nadie precisa por qué nos contagiamos y por qué caen más los viejos y los pobres. No hay previsión alguna que no sea el medieval confinamiento, como si nos enfrentáramos a la peste negra. Ahora la panacea se dice mascarilla, cuando ayer era superflua, y se parte de la base de que somos nosotros mismos los culpables por no seguir con rigor las improvisaciones que se le ocurren al Ministro de Sanidad y a sus anónimos asesores.
No hay que politizar la pandemia, dicen los únicos autorizados a pontificar, pero si a usted se le ocurre cuestionar si esos caballeros saben de qué va la cosa y tienen alguna idea de cómo afrontar las batallas antes de que se salden en derrotas, entonces aparece la política. “Usted está politizando la lucha frente al coronavirus” es la expresión tapabocas que se utiliza frente a los que preguntan si las cosas se están haciendo correctamente o rematadamente mal. De nuevo volvemos al viejo recurso: la política aparece cuando se cuestiona el Poder, pero ejercer el Poder no tiene nada que ver con la política, sino con el patriotismo y la solidaridad.  Llevaba décadas sin oírlo y ahora vuelve, pero al revés; quien se pregunta qué están haciendo es la malévola derecha emboscada, pero quien aprueba lacayunamente lo que le dicen hoy y que no dijeron ayer, esos son la izquierda asumiendo las difíciles tareas del Gobierno. Tiempos curiosos estos, en los que se reprocha hacerse preguntas porque da alas a la extrema derecha. Y lo más maligno es que hay muchos que se lo creen sin necesidad de cobrar de las arcas del Estado, por cándida ignorancia.

En una guerra no declarada hay que inventarse la perversidad del enemigo, en este caso el ignoto coronavirus. Primero se pasó como sobre ascuas por la mortalidad escandalosa de los geriátricos y nadie parecía interesado en saber por qué los viejos estaban recluidos en palacios de mierda subvencionados; por fuera apariencias suntuosas, por dentro precarios servicios sanitarios y sociales. Además, eran muchos, tantos que muchos descubrieron un nicho de votos que antaño usaban las monjitas para sus inclinaciones religiosas. Ya no quedan monjitas y la población senil ha mermado tanto que habría que ir pensando en una asociación o partido de Ancianos Marginados. Entonces veríamos a los líderes políticos dando mítines solidarios a unos abuelos que ya están de vuelta de los embelecos. Serían menos ingenuos que las masas de indignados que aspiran al Poder y disfrutan de los emolumentos de la hacienda pública.
En una guerra de las características de la que estamos viviendo, los enemigos caducan. Llega un momento que la ciudadanía se harta de que la engañen con un solo juguete mortal. Los viejos siguen muriendo y me temo que en mayor proporción que antes, si me es dado decirlo sin que te acusen de enemigo del Gobierno de izquierda, el más de izquierda de la España del siglo XXI, con permiso de Zapatero.
Terminada la Tercera Edad como recurso mediático para simples, ahora toca los Jóvenes. No hacen nada que no llevaran haciendo hace años, hace meses y hasta el supuesto pico de la pandemia, pero su carácter letal es reciente. Los jóvenes, término lo suficientemente laxo para comprender “a todos y a todas” los que no están en la pomada, se han convertido en el foco de atención de la clase política empoderada y sus canales de influencia. Como lo cursi se ha elevado a categoría política sobre lo que no caben bromas ahora hemos de referirnos a los jóvenes “y al ocio nocturno”. ¡Ocio nocturno! ¡Otro hallazgo semántico!

Ya no se trata de un canuto de maría sino de la capacidad de contagio de millares de jóvenes en una discoteca. ¿Alguien se imagina a los adolescentes, a los que durante años les alimentaron la soberbia de ser joven, tener qué gastar y ganas de pasárselo bien, bailando o eso que se parece a un meneo del cuerpo, usando mascarillas y respetando la distancia de seguridad?  O las cierran o los dejan a su aire, lo que manden los que mandan, pero mascarillas y distancias van más allá de la papelina y la farlopa. Ahora bien, si se trata de engañarnos, ¡hale hop!, todos con la tela en la boca y a dos metros de distancia, sin salirse de la línea.
Nos están engañando de tal manera que debemos creernos hasta lo que es imposible. Lo de los jóvenes y el ocio nocturno resulta un buen recurso para fabricarnos un culpable a la altura de nuestra desvergüenza. Ellos contagian a los mayores, a las familias, a su entorno virgen y mártir. ¿Antes no contagiaban? Sí, pero no habían descubierto lo fácil que era.

¡Ponte la puta mascarilla!
De cualquier tutor a su tutorado.
Hace ya más de tres años que una persona joven no lee voluntariamente un libro; ni durante el confinamiento obligatorio.
Nuestra sociedad, a brocha gorda.
A.O., librero.
¿Qué es una paja?
E.T., de otro mundo.
¡Los putos ajos hay que dorarlos a fuego lento!
G.F., metafórico.
¡Has tenido demasiadas oportunidades! le dijo el tipo a la mosca.
Aplastada.
H.H., biólogo.
29-07-2020.
Autor: Adrián Grant. Título: Nada ilegal, nada inmoral. Editorial: Caballo de Troya.
pp. 163-165
¿Qué empuja a uno a querer ganar dinero, mucho dinero? Las ganas de vivir mejor. Las camisas planchadas en el armario, los viajes exóticos y las comidas elegantes, las gafas de diseño y los muebles caros, la madera, el cuero y el acero, la alta calidad, la buena calidad, la mejor calidad. Pero, por encima de todo, la sensación de paz que transmite una cuenta bancaria con muchas cifras, el capital diversificado, generando rentas, los pisos alquilados, los paquetes de acciones, las participaciones en fondos de inversión, los dividendos anuales, los bonos y sus intereses. Esa placentera sensación de saber que, pase lo que pase, tienes la vida resuelta. Podría parar. Podría vender mi parte de la empresa, retirarme, desanudarme la corbata y volver a casa, seguir llevando una vida cómoda sin necesidad de trabajar un solo día, pero no se trata de eso (aunque para muchos sí se trate de eso). La sensación, esa sensación, es ya una gran victoria, pero quedan muchas más. Es necesario ver hasta dónde soy capaz de llegar, ya que no se trata sólo de dinero, aunque también se sigue tratando de dinero: vivo holgadamente, aunque no soy ni por asomo un multimillonario. Clase alta. Ya ni siquiera clase media-alta. Pero no élite. Aún no. Todo lleva su tiempo, y tal vez llegue, tal vez no, pero, pase lo que pase, no me voy a quedar con una mano delante y otra detrás, esa posibilidad la dejé atrás hace tiempo. Pero ¿es esa sensación el único motivo de que haya decidido ser asesor fiscal, desoyendo las normas más elementales de la ética, y lanzarme a por una fortuna culpable? No hay fortuna inocente, dicen, o al menos no hay grandes fortunas inocentes. Uno siempre puede tener suerte, conseguir un capitalito y administrarlo con mano diestra, pero la clase de dinero que tengo en mente, o al menos la vía que tengo disponible para alcanzarlo… No veo la inocencia por ningún lado. He tomado una gran decisión moral y tengo que vivir con ello: sé que lo que hago es injusto, sé que, si bien no soy responsable del juego de suma cero que crea la competencia entre multinacionales y las obliga a optimizar sus bases imponibles, así como tampoco tengo culpa de la ineficiencia de los Estados que no pueden gestionar sus recursos sin exprimir a sus ciudadanos mediante una carga fiscal insoportable, sí tengo cierta responsabilidad por ser un engranaje más del sistema. No soy imprescindible (¡estoy muy lejos de ser imprescindible!), pero la alternativa me aterra. ¿Acaso iba a desperdiciar mis conocimientos y mi talento por una postura moral? ¿Renunciar a mi vida holgada, a la paz infinita, a mi estatus, a mis bienes y a la tranquilidad que me da llevar una vida cómoda porque algún tipo pueda decirme de vez en cuando que lo que hago está mal?

Lo consideré, de verdad que lo consideré pero creo que no había ninguna salida; me quedé sin hacer nada, tirado, esperando a que un rayo me fulminara.
T.T., pura dinamita mojada.
Que dice el señor presidente del país que si la extrema derecha...
P.S., otro cuento para dormir.
Parece que se ha reactivado el PIB (producto interior bruto de cada persona); lo noto en los músculos, la chicha y el ánimo; intuyo que durará muy poco.
L.O., embelesado.
¿Cómo va lo de los rebrotes?
I.I., viajero.
30-07-2020.
En Vozpopuli por Gregorio Morán.
SABATINAS INTEMPESTIVAS.
¿Quién dijo miedo?
Lo que no está descojonado amenaza con descojonarse. Las noticias caducan y se hacen más inquietantes de hora en hora. Sabemos que estamos al albur de unos líderes colegiales que no hacen otra cosa que echar aceite sobre su amodorramiento. Todo tiene esa letanía de ambigüedad del que no se sabe si amenaza o pone pañales para contener la primera consecuencia de esta pandemia, la diarrea. Y entretanto los tertulianos de los fondos perdidos no se cansan de repetir una y otra vez que no caigamos en el catastrofismo.

¡Pero si estamos viviendo en plena catástrofe, a qué vienen los pañales! Dejémonos de engañar a los creyentes y abordemos la realidad tal y como viene. Nadie está preparado para una pandemia y menos aún nosotros, que llevamos años diciéndonos monadas ante los espejos del poder. Es decir, que allí donde otros han de abordar una peste en pleno siglo XXI, lo que de por sí es tarea inconmensurable, para la que ni hay medida ni precedentes, nosotros hemos de añadir una caída sin fondo de la credibilidad de las instituciones, empezando por el Gobierno y pasando lista por la clase política. Sólo un deficiente mental, holgado de vanidades, puede decir al mismo tiempo que tenemos la mejor sanidad pública del mundo para luego añadir que no tiene ni zorra idea de qué hacer de aquí a mañana como no sea alertar de que viviremos tiempos difíciles.
Cuando un jefe político habla de horas siempre se refiera a días y si dice semanas es que en lo concreto se trata de meses. Preparémonos, lo que nos espera tendrá consecuencias de años. Los columnistas avezados en el monótono arte del barnizado del poder nos quieren precaver contra el derrotismo. Ejercen de orquestina del Titanic. Estamos sumidos en la derrota y para prepararse a aceptar nuestra condición de víctimas se necesita más valentía que para engolar la voz y gritar: ¿Quién dijo miedo? No es sólo que estemos acoquinados, que ya es un estadio para temer, es que nos encontramos inertes. Ya no hay fakes que nos conmuevan y que exijan comprobación; lo que afrontamos es una lluvia de mentirijillas y paliativos que apenas son capaces de cubrir la consternación general.

Hay gente, mucha, que se consuela viviendo de mentiras. Que si el fútbol, que si las procesiones, que si las fiestas tradicionales, porque la historia es una vacuna para ingenuos y para idiotas. Circulan manipulaciones para hacer culpables a los adversarios, como si eso nos aliviara de la que está cayendo, y en el fondo todo se resume en dos condiciones que los dioses no nos han concedido: una dignidad ética por parte de quienes han sido elegidos para dirigir el país y no sólo su sagrado trasero, y el pleno ejercicio de asumir la autoridad en tiempos de zozobra. O lo que es lo mismo, ética y valor. Es difícil con los mimbres que nos ha deparado la historia reciente hacer con eso un cesto. Somos tan buenos y libres que se nos ven las costuras.

No seamos catastrofistas, aseguran los fabricantes de catástrofes. ¿Acaso piensan que somos idiotas, por más que tengan motivos para creerlo, si a partir de este momento quedan en suspenso las elecciones en toda España, si la vida cotidiana sufre un embate que exige cambiar no sólo de costumbres sino de modo de vida, si la economía – siempre tambaleante- entra en crisis total porque hay que contemplar la obligación de pararla; que nos muramos de muerte natural, por consunción pero sin coronavirus?
No deja de tener su deriva sarcástica la exaltación del teletrabajo. ¡Todos a las redes! En un país que oficialmente tiene gran parte de su economía en el sector servicios y que el número de camareros no es ni siquiera contabilizable, ¿alguien se imagina cómo llevar eso desde el móvil? ¿Y la construcción, el otro paraíso perdido del empleo? Pasamos, pues, de la precariedad laboral a la pobreza pura y dura. ¿Que la Administración va a compensar las pérdidas? No nos dejemos engañar. Cómo lo va a hacer y desde cuándo, qué oficinas se habilitarán, ¿lo haremos por alta definición?

Todo está en quiebra, y lo que no está, pasa a la categoría de amenazado, pero los poderes públicos, por esa consuetudinaria manía de nunca decir verdades sino paliativos que se ajusten a sus mentiras, repiten que sobre todo no caigamos en el alarmismo y menos aún en el catastrofismo. Ahora que el coronavirus ha empezado a enseñorearse del Parlamento e incluso del propio Gobierno, ¿alguien tendrá la ingenuidad de que eso va revertir en mayor interés? Se equivocan. Sin apelar a la demagogia, por pura evidencia, ellos seguirán con sus emolumentos y no necesitarán ventanillas para damnificados. Usted y yo y millones de ciudadanos sí nos veremos ante un fenómeno que amenaza todo lo que se creía seguro: la sociedad establecida, la seguridad y el salario, ya fuera precario o menos.
Viene un terremoto y las estrategias para abordarlo reflejan el temor del Poder político a asumir responsabilidades que van más allá de sumar votos o formar coaliciones. No hace falta ser profetas de la fatalidad porque la estamos apenas vislumbrando, mientras no se cansan de repetirnos que lavándose las manos y llevando mascarillas se puede detener esa ola fúnebre que amenaza con arrastrarnos. Ya habrá guionistas de series televisivas preparando la alfalfa que habrán de consumir las víctimas en sus protegidas casas.

No hay catástrofe sin que haya beneficiados; lo que ocurre en esta ocasión es que la envergadura de la pandemia, su carácter internacional, el temor ante lo imprevisible… no consienten hacer ejercicios de literatura, aunque sea mala. Me sorprende, dentro de lo sorpresivo que resulta todo, el caso de Luis Sepúlveda, apenas apuntado por los medios. Este escritor chileno que se consagró con aquel hermoso libro 'El viejo que leía novelas de amor', residente en Asturias desde hace muchos años, entró en el hospital tras un viaje de trabajo a Portugal. Allí sigue, luchando por la vida en la Unidad de Cuidados Intensivos de Oviedo. No sólo por amistad ni por solidaridad gremial pero su caso tiene algo de metáfora de lo imprevisible que nos amenaza. Pilló el coronavirus en Oporto, lo trajo de Portugal a España y entró en coma. Nada reseñable ni extraordinario. Sólo esa amenaza de catástrofe, imprevisible, como una nota a pie de página de un libro que no escribimos nosotros, que lo redacta el azar. Por eso ante el miedo inevitable sólo cabe la dignidad de asumirlo y combatirlo.

De casa al trabajo y cubriendo la viceversa para esquivar la muerte y ni así.
Y los findes –putos horteras léxicos- encerrado en el agujero.
Hay que fortalecer el sistema capilar con la doble malta.
J.S.M., en caída.
¿Qué quieren decir cuando apelan a la responsabilidad individual?
Que seamos buenos todos y cada uno de nosotros.
Otra metáfora fallida.
E.S., de la Academia de la Lengua.
De Arcadi Espada, diosolado.
Ni dios.
Ana Nuño me envía estas imágenes de Santa María del Mar, grabadas hoy a las 10 y media de la mañana. La iglesia, la más bella de la Cristiandad, parece vacía. Pero está llena de miedo, de enfermedad y de muerte y nadie puede gozar su soledad.
31-07-2020.
Se te va julio.
R.R., almanaquero.
En la capital se ha dictado una nueva sintomatología frente a la pandemia:
De una y media a siete de la mañana, la policía te puede multar si no justificas tu presencia en la calle.
Todos los bares, restaurantes y salas de fiesta deberán cerrar a la una y media de la mañana.
En los locales de hostelería cada persona tiene que aportar su nombre y apellidos y su número de teléfono.
La una y media es la nueva sensación –INXX- la vacuna.
S.D., biólogo dipsómano.
Por cierto, ¿cómo va lo de las inyecciones y las vacunas?
E.O., yonquie.
Elevación de la matriz extracelular.
A.G., pregonero.
01-08-2020.
Se aviene agosto cargado de engaños sanitarios.
W.W., prestidigitador.
Mayoritariamente dicen que la vida ya no volverá a ser como antes después de la aparición del coronavirus y la consecuente pandemia.
Aquí va una reflexión filosófica acerca del tema y la letra dice así:
Has de saber bobo la vida ya no es la misma vida si no te has enterado la vida ya no es la de anteayer habrás escuchado algo la vida a partir de ahora es otra vida indudablemente no es una vida anterior será una vida posterior una nueva vida plena feliz como aquella vida que se acabó...
02-08-2020.
La gente que vive vidas regulares es a menudo incapaz de concebir cómo es que ha hombres que, con los ojos abiertos, hacen cosas que es claro que, muy probablemente, van a acarrearles la ruina, la ignominia,  quizá el suicido  el patíbulo Encuentran una explicación a esta conducta suponiéndola una consecuencia de estados de delirio, de locura, o de la cegadora influencia de la pasión, etcétera, etcétera. No reparan en que los hombres que realizan actos que implican un fracaso tal en su vida, son sobre todo hombres que ya están en una posición sólo a dos pasos de ahí.
J.S.Mill, a diario.
Al escribir, los adelanto y atraso a mi gusto; ese es el engaño de la historia de la Historia y sus datos.
T.O., verificador impotente.
Aparte del dolor corporal y del sufrimiento de ver sufrir a aquellos que nos aman, lo más desagradable del morir es el tedio intolerable de todo ello. No debería haber muertes lentas.
J.S.Mill, velocista en 1854.
Me parece de una belleza hiriente.
D.F., microscopista.

martes, 4 de agosto de 2020

Grietas.

La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.

Semana diecinueve.
20-07-2020.
Etcétera, etcétera. etcétera...
J.D., tertuliano.
Otro testimonio:
28 años, no fumo, no bebo alcohol frecuentemente, hacía natación 5/7 días a la semana y en general toda mi vida.
Post Covid estoy con Hipertensión, taquicárdico, dolor torácico y disnea de moderados esfuerzos.
Solo puedo decir, no se confíen solo por la edad.
Sigan cuidándose.
21-07-2020.
No he sido mucho de pantalones cortos e informales.
F.T., clásico.
No se despista de su cometido la ilusión de ciudad vacía y enferma aprovechándose del calor seco para hacer una limpia figurada.
Algo así ocurre con la capital.
O.L., urbanista.
Microrelatos de apenas un par de líneas con cada uno de los fallecidos por la pandemia formando un coro vital y fúnebre, la gran novela del país.
Para ello, primero habría que saber las cifras exactas de los que se han pirado.
¿Alguien las conoce?
W.U., atascado.
El momento elegido para bajarse los pantalones; ahí revoloteaba la gracia.
B.M., esteticista.
22-07-2020.
Historias corrientes:
En El Confidencial por María Zuil.
A mediados de marzo, cuando Manuel apagó la cocina de su restaurante de carne a la parrilla para confinarse, no pensó que sería la última vez que serviría pollo al carbón o chuletones con patatas. Ahora, detrás del cierre a medio echar, sus trabajadores apilan sillas y hacen cajas tras un cartel de ‘se alquila’.
“Antes de la pandemia íbamos bien, llevábamos más de dos años abiertos y había clientela, pero después de dos meses cerrados, no me ha quedado dinero para abrir con las inversiones que hacían falta. Tampoco he tenido ninguna ayuda, porque a los autónomos nos han dejado abandonados”, cuenta el dueño desde su local de Berruguete, en el distrito madrileño de Tetuán.
Cerca de allí, en Bravo Murillo, una tienda de ropa y complementos de moda ha llenado sus escaparates con distintos porcentajes de descuentos de liquidación. Dentro está Cristina, que hace cuentas con acento chino: “Ha bajado muchísimo la venta. Antes del coronavirus, un día podía hacer 400 o 500 euros, ahora, como mucho, 200… Mucha gente está sin trabajo, no hay dinero, y tampoco quieren salir a pasear, prefieren estar en casa. Es normal”.
A pesar de la bajada de la clientela, lo que ha acabado de rematar el negocio familiar ha sido tener que hacer frente al alquiler sin ningún ingreso ni flexibilidad. “Pago 2.400 euros con IVA, más la luz, el agua, el alquiler de mi casa… Es imposible. He intentado llegar a un acuerdo con mi casero, pero no hay manera. Llevo 11 años aquí, he pagado todos los meses, y le pedí si me podía bajar un poco durante la cuarentena, porque no podía vender. ¡Pues ni un céntimo!”. En unos días, empaquetará lo que no haya conseguido vender y meterá en su casa las cajas con los restos del que fuera su negocio.
Pocos metros después, otro cartel en español y en chino anuncia otro traspaso de la tienda de ropa Oskka. “Tenemos varios locales, pero con lo que estamos vendiendo no podemos pagar a los trabajadores. Así que estamos traspasando y reduciendo las tiendas para ahorrar costes”, explica Antonio, el nombre que el encargado chino usa en España.
Los escaparates vacíos y los carteles de ‘se alquila’ son cada vez más frecuentes en Tetuán, sobre todo en la hostelería. Es el distrito de Madrid donde más locales comerciales han cerrado o se han dado de bajo desde febrero. Según el análisis de los datos publicados por el Ayuntamiento de Madrid correspondientes al mes de junio, el primer mes tras el estado de alarma, el número de locales sin actividad ha aumentado en medio centenar sobre la situación anterior al coronavirus. La mitad de estos locales (255) se concentra en los distritos populares de Tetuán y Carabanchel.
El primer impacto del coronavirus en la economía local se ha cebado en estos dos distritos de clases medias y bajas y de pequeños comercios, donde los vecinos viven más al día. Los datos de junio son los primeros que se publican tras el estado de alarma y cuando los trámites administrativos han recobrado su cauce habitual. Es lógico pensar que las oficinas municipales tengan mucha carga de trabajo acumulada por el parón de marzo y abril y que muchos comerciantes estén viviendo en la incertidumbre sobre la viabilidad de su negocio. Por ello, y a tenor de los muchos carteles de venta, alquiler, traspaso o liquidación que se están viendo en los escaparates, cabe pensar que este goteo de cierres irá en aumento con el transcurso de los meses.
Tetuán ha sido una de las zonas que más subieron con el aumento de alquileres, tanto por su cercanía al centro como por sus precios más asequibles. Sin embargo, ahora, sus comercios están siendo los más castigados en esta primera oleada de cierres. “El valor de los locales de la zona es muy residencial, bares, tiendas de cercanía… Y aunque se hubiera revalorizado, la gran mayoría de su población es de poder adquisitivo medio bajo, gente que ahora está en ERTE, en paro… y que en definitiva va a proteger su dinero más”, cuenta Pablo Calvo, agente inmobiliario de Remax, que lleva la zona. “Primero lo notan más en las avenidas grandes, como Bravo Murillo, porque tienen más gastos y costes fijos. No es lo mismo un alquiler de 1.000 que de 5.000”.
En la otra punta de Madrid, en Carabanchel, la estampa de carteles en fosforito que buscan nuevos inquilinos se repite, aunque aquí el coronavirus más que la causa ha sido la 'puntilla'. “Nos ha acabado de rematar, sobre todo a los bares. Muchos directamente ni han vuelto a abrir, especialmente los que no tienen terraza”, cuenta José Luis Sánchez, portavoz de la Asociación de Comerciantes y empresarios de General Ricardos, en Carabanchel.
Es lo que le ha pasado a Segundo, que regenta el bar Dos Amigos, a pocos metros del metro de Carabanchel. A la vez que anuncia el traspaso, espera a que el ayuntamiento le dé permiso para poner servicio de terraza; bien para remontar, bien para que se revalorice y recuperar algo de lo invertido con el traspaso. “La gente tiene miedo, no entra, la clientela que habíamos conseguido ganar en dos años ya no viene: ni los mayores ni los jóvenes”, cuenta al teléfono. Su facturación ha bajado hasta un 75% y, de cuatro trabajadores que tenía a su cargo, ahora solo mantiene su nómina y la de otro empleado. "Así es imposible".
Como en el resto de los casos entrevistados, la falta de negociación con el casero ha sido determinante para plantearse colgar el cartel de cerrado. “Tengo más negocios y en todos me han flexibilizado el pago de uno o dos meses, cuando hemos estado cerrados, pero este es muy estricto…”.
“Los caseros que se lo han podido permitir, que no viven de esas rentas, han condonado el alquiler, porque cualquiera que tenga dos dedos de frente prefiere perder dos meses a que se le vayan. Pero es verdad que hay otra gente que piensa que todavía puede pedir lo que antes”, cuenta Calvo, el agente de Remax.
Sánchez, que además de portavoz de los comerciantes del barrio regenta una administración de lotería, ve mal futuro a corto plazo en la zona si el miedo no desaparece de la nueva normalidad. “Lo único que funciona ahora mismo es el consumo de necesidad, de bolsita en mano. La falta de trasiego en la calle nos está matando, la gente no consume. Al menos con el estado de alarma, aunque no vendíamos, estábamos cerrados. Ahora tenemos que abrir pero sin vender”, explica mientras despacha quinielas y euromillones.
“Lo del teletrabajo también nos hace polvo, porque antes, especialmente en zonas de oficinas, la gente se bajaba a por un café, a una terraza después de trabajar… O compraba algo cuando iba o venía del trabajo… Ahora todo es en casa”, añade. “Y eso, sin contar con que la gente está ganando menos. Yo no soy de los que peor están, y aun así estoy aquí 12 horas al día, sábados y domingos incluidos. Pero muchos ven que hasta diciembre, por lo menos, la situación no va a cambiar. Y que no aguantan”.
Pero los problemas en esta zona venían de atrás, especialmente desde el cierre del estadio Vicente Calderón, polo de atracción y fuente de ingresos del distrito. Sin los partidos del Atlético de Madrid, la cadena que sostenía el barrio se ha ido quebrando. “Yo no he perdido a la clientela fija, ni ahora, pero sí ha sido una gran pérdida toda la lotería que vendía en los restaurantes. Antes, cada 15 días venía gente de fuera a ver los partidos y se llenaba todo. Ahora solo funcionan las avenidas de Antonio López y General Ricardos. El resto es un drama”.
También ha supuesto un descalabro para muchos comercios del distrito, uno de los que tienen las rentas más bajas de la capital, la ausencia este año de las fiestas de San Isidro, que se celebraban en la pradera del mismo nombre en mayo y que para muchos suponían “la mitad de la facturación de todo el año”.
Mientras con un ojo van haciendo números para aguantar un mes más —“y eso el que pueda, que la mayoría vamos a 15 días vista”, apunta Sánchez—, con el otro, los pequeños comerciantes y hosteleros están pendientes de las cifras de contagios y fallecidos, con miedo de que un rebrote acabe de ahogar a los que todavía achican agua para mantener a flote sus negocios. “Esto ha acabado de hundir a los que iban justos, pero si hay un rebrote, iremos muchos más detrás”, añade.
23-07-2020.
Pedro Sánchez @sanchezcastejon, presidente del Gobierno de España, 21 jul:
Los grandes acuerdos tienen detrás muchas horas de trabajo. Mi reconocimiento y gratitud a los empleados públicos que han defendido con brillantez y eficacia los legítimos intereses de nuestro país. Sin ellos/as no habría sido posible este acuerdo histórico para Europa y España.
García Domínguez @jg_dominguez, 21 jul:
España recibirá el 15% de su PIB en ayudas a fondo perdido y préstamos blandos a 30 años. Es una noticia extraordinaria.
Leo en El Español que el acuerdo impone a nuestro país no tocar la reforma laboral. Es mentira.
Mi próximo artículo en The Objective ya tiene título: La austeridad mata.
Si queremos parecernos a Marruecos, hay que hacer reformas para bajar más los salarios. Pero si pretendemos igualarnos  a Holanda, donde los salarios son altos, habrá que hacer otras cosas muy distintas.
La digitalización que va a financiar el pacto es muy buena para la modernización, pero malísima para el empleo. La digitalización va a crear cientos de miles de parados en España. Y eso hay que saberlo.
Por cada empleo que cree destruirá cien
Si los salarios se basasen en la productividad, algo que no es cierto, un camarero de Dinamarca cobraría lo mismo, una vez corregida la diferencia de precios nacionales, que un camarero de Marruecos.
La productividad, que además no se puede medir de forma individual, solo pone un límite superior a los salarios. Es un techo, únicamente. Por debajo del techo, puede haber muchos salarios posibles.
Entonces, ¿qué motivaría, en su opinión,  los salarios bajos en España?
La inmigración, en el turismo y los servicios. Y también la baja productividad en la medida en que establece un techo demasiado bajo como límite superior de los salarios. Añada la reforma laboral, que debilitó la capacidad negociadora de la parte asalariada.
Un supuesto economista le dice que una limpiadora de un hotel de 5 estrellas en Madrid, cuyos clientes son todos de rentas altas y muy altas, cobra 2 euros por habitación. Qué tiene que ver eso con los ingresos de sus clientes?
Entendido: el camarero de Dinamarca vive mejor porque cobra más.
Un Hilton en Madrid y en Dinamarca le cobrará a usted lo mismo por la habitación, pero el camarero de Madrid gana la mitad, una vez corregido el efecto precios, que el de Dinamarca
Mejor me lo pone. Un camarero alemán de un NH cobra más en términos reales que otro en un NH de España, pese a ser más barato el hotel alemán. Me está usted dando la razón a mí.
A Pedro Sánchez no se le odiaría tanto si fuera feo y bajito.
El triunfo en la vida es poder leer La Vanguardia con parsimonia infinita en una terraza frente al monasterio del Escorial.
24-07-2020.
De vuelta al redil, en la calle y cargado con la bolsa de la compra, al adelantar por la izquierda a dos señoras un tanto remilgadas, una expone sin tapujos: ¿y si resulta que tengo otro proyecto de vida?
Ambición y desarrollo personal.
Con la que está cayendo.
J.S.M., amo de casa alquilada.
Ya no mueren tantos.
Las sumas y las restas.
E.R., politólogo.
¿Y si consiguiera salir adelante?
La pregunta sobra.
U.I., doctora de atención primaria.
Eso es lo que mueve el mundo; señalando lo que tenía a escasos centímetros.
S.J., estajanovista.
25-07-2020.
Ahora intuyen las autoridades expertas –nunca se sabe quiénes son- que estamos frente a las puertas de entrada –cursilería que no falte- de una segunda oleada pandémica, principalmente por las reuniones familiares y el ocio nocturno y no se pueden cometer los mismos errores que en el pasado; pura cháchara.
A.A., concejal.
Después de mucho tiempo he redescubierto la paja en la bañera con el chorro de agua cayendo imparable; tiene algo de épico, de sacrificio de los dioses.
Veremos la factura.
U.O., melancólico.
¡Papá, te quiero mucho!
No son tiempos para el amor, hija.
M.S., recuperadora tardía.
De Abreu:
Por otro lado, avanza incontrolable el virus chino en Cataluña. España es la peor gestora del virus chino del mundo y Cataluña la peor gestora del virus chino de España así qué. Moriremos todos mientras los independentistas racistas antiespañoles hacen otro referéndum o declaran la independencia o alguna otra porquería por el estilo ¡gracias Rajoy por tu 155 de mierda!
26-07-2020.
¿Qué es un desaprensivo?
I.O., interrogador.
Todos los putos días la misma puta mierda.
H.L., operario de basuras.

lunes, 27 de julio de 2020

Grises.

La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.

Semana dieciocho.
13-07-2020.
Un día de lluvia, otro de sol, el siguiente encapotado.
La indefinición vasca, una maravilla.
T.O., sudokista.
¿Hacemos unos macarrones?
Ya no te salen como antes.
J.S.M., de hijo a madre.
14-07-2020.
Será el clima pero no se me empina.
J.S.M., un tipo muy vulgar.
¿Y que hay de los reb(r)otes de los brotes?
Tiempo antirreglamentario en la zona.
H.J., de cuando no existían los triples.
15-07-2020.
No perdió ni un minuto en lo de la identidad.
Así le fue.
J.S.M. a la busca.
Si hay algo que ha mejorado ostensiblemente entre los guipuzcoanos son las jóvenes guipuzcoanas.
F.F., erotómano.
Orden autonómica de obligatoriedad en el uso de las mascarillas y se las ponen sin rechistar.
Ahora miran raro al que no la lleva.
Euskadi, ven y corre.
J.S.M., de aquí, coño.
16-07-2020.
En los acrílicos días grises, se hace tarde para casi todo.
Incluso para ti.
A.L., chuminero.
No paraba de comer picantes.
A uno con cincuenta mínimo.
E.S.O., adolescente al descubierto.
En el Manolo con unas cañas, torreznos y morros.
P.F., a la vida corriendo.
17-07-2020.
Mariscada de Usúrbil, tierra de pistoleros.
Centollas, nécoras, langostinos, gambones, caracolas y percebes.
Setenta pavos y dos litros de sidra gratis.
J.S.M., moscatel al borde.
Jornada de beoda reflexión antes de la vuelta; está la cosa perdida, chunga, podrida e irremediable.
A rezar.
T.R., titiritero.
18-07-2020.
Nada mas salir por la boca del metro, de treinta y pico grados para arriba.
Esa es la primera sensación.
Ahora rumorean que en Madrid no se cuentan los casos de rebrotes y por ese motivo, las cifras son tan tranquilizadoras; así que nos vamos a infectar todos.
U.I., acostumbrado.
19-07-2020.
Un testimonio:
Me dieron el alta el 18 de abril y el lunes tengo resonancia magnética, esta vez por el corazón (taquicardias, arritmia...), después de tres TAC y otras pruebas desagradables por problemas renales, hipertensión, disnea y mierdas varias. Las secuelas son tremendas, protegeos.

viernes, 24 de julio de 2020

La tierra.

La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.

Semana diecisiete.
06-07-2020.
Esto va  acabar muy mal.
¡Pero que muy mal!
F.O., un turista en su tierra.
¡Puta humedad!
J.O., dueño de un vivero.
Rebrotes por todos lados, sentencia el covid-19.
El virus.
07-07-2020.
Me asombra una vasca con semejantes ojos.
Ya no controlan el uso del español, mezclan éste con el vasco.
El puto empedrado de las calles de la parte vieja solo sirve para partirte el tobillo.
E.I., acoplador.
08-07-2020.
De nuevo, me la casco en soledad, prolongado y profundo.
La libertad.
J.S.M., en fase de dejarlo.
09-07-2020.
¿Calor seco o húmedo?
A.A., profesional del amor.
Ida y vuelta norte centro norte en apenas treinta horas con catorce de viaje.
Duro castigo para el cuerpo sin aparente contagio.
La ruleta.
J.S.M., de aquí y allá.
10-07-2020.
Te comprendo vieja; espero no pasar por eso.
F.I., atónito.
11-07-2020.
Cualquier situación es casi ya una pesadilla.
La rutina.
S.P., guionista de pelis de terror.
Es difícil encontrar un paisaje tan imponente con tantos paletos convencidos.
Euskadi, ven y mójate.
E.O., paisajista.
12-07-2020.
Cuando el infierno lo es todo.
E.E., instructor de vuelo.
Elecciones autonómicas vascas, ganan los de siempre, nacionalistas y terroristas.
Pierden los del chalet de Galapagar.
El currela –en acotadas ocasiones- no es gilipollas.
S.L., director de campaña

Vacaciones de verano.

La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.

Semana dieciséis.
29-06-2020.
Abordo el primer tramo de las vacaciones con un espíritu maternal.
A.L., seguidor de San Agustín.
Desde el autobús sorprenden los radicales cambios geofísicos; de la tierra ocre castellana al verde norteño, de cielos azules y calor seco a grises ennegrecidos, lluvia, humedad y asco.
H.L., observador ambiental.
30-06-2020.
Veo que nada ha cambiado.
J.S.M., observador social.
01-07-2020.
Querida ama, estás atrancada.
J.S.M., hijo.
02-07-2020.
Lo irracional es que ninguno lleva mascarilla como si alguien les hubiera chivado que están a salvo y el desprecio con que miran al que la lleva; no me sorprende, nací aquí, en el norte fronterizo con Francia.
J.S.M., autóctono.
03-07-2020.
¡Qué bien se come y se bebe y cuán caro resulta!
S.S., gastrónomo.
La madre solo quiere ir a San Sebastian; parece que le proporciona paz.
J.S.M., moscatel incrédulo.
04-07-2020.
Ya nadie teme a la pandemia; en realidad se han creído lo de que son una raza muy superior.
D.A., etnólogo.
05-07-2020.
¡Qué aburrimiento son las carreras de caballos, hijo, no sé como te gustan!
A ti te disgustan porque el viejo era un estudioso de las mismas, un caballero del turf y de las apuestas.
J.S.M., siempre mejor un pura sangre inglés a un humano.

domingo, 19 de julio de 2020

New sensation.

La pandemia; el virus covid-19, serial de coros hacia la muerte.
Enfermedad epidémica extendida por muchos países o que ataca a todas las personas de una región.

Semana quince.
22-06-2020.
¿Qué hay de nuevo, viejo?
B.B., un conejo.
Ya está aquí la nueva normalidad; la temperatura es de verano madrileño, el viento azota moderadamente y en la madrugá -desde el balconcito- veo partirse y caer las ramas del árbol podrido y escucho el crujir de la madera enferma.
Casi todo se pone chungo.
S.G., periodista de la ru(t)ina.
Vacaciones de verano oe,oe,ooeeeee...
G.D, la canción del verano revisitada.
¿Dónde quiere ir la ciudadanía que compone este país?
R,O., chofer de patinetes.
¡Desescalemos descolocándonos!
El nuevo lema revolucionario.
J.B., antiguo marxista reconvertido en medioambientalista.
23-06-2020.
¡Excelente noticia para el ausente sector del turismo!
Abierto el aeropuerto de Madrid Barajas a la entrada de todo tipo de especímenes, sin apenas controles sanitarios frente a lo que viene.
E.I., epidemiólogo espantado.
Me he quedado sin cerveza, un verdadero drama.
J.S.M., cereales y poco más.
La hostia que te puedes dar al subir una montaña es del copón.
La hostia que te puedes dar al descender sin control una montaña es la muerte.
J.O., antiguo montañero.
Tendría que salir en calzoncillos al supermercado Dia y comprar cerveza.
J.S.M., el de los cereales pero sin ellos.
¿Qué puto día es hoy?
G.L., almanaquero.
24-06-2020.
Hoy es San Juan y ahí sigo, como pollo sin cabeza.
J.S.M., bautista.
Todavía circulan demasiadas ambulancias con las sirenas a todo trapo.
S.O., conductor.
No se levanta, la actividad.
Y las calles con las chavalas de tops esplendorosos.
Un motivo para la motivación aunque sea de tipo líquido.
Entonces se tiesa, consecuencia de la imaginación desbocada.
Carne amarrada a duras penas.
¡No me tocáis el timbre! exclama con graceja la del 4ºA.
¿El timbre?
Anda, por favor.
P.I., psiconauta.
Al que llaman el cenizo: ¡viene la de Dios es Cristo!
P.P., en la onda.
25-06-2020.
Hacia la economía pandémica por @jg_dominguez:
No es difícil de entender. Piense que para que una economía funcione bien, los productos fabricados tienen que ser comprados por alguien. En general, eso ocurre en los tiempos normales. Pero no en las crisis.
En las crisis pasan dos cosas. Los que pierden el trabajo gastan mucho menos porque tienen menos dinero. Y los que siguen trabajando también gastan menos porque tienen miedo de perder sus empleos y temen al futuro.
En consecuencia, todo el mundo gasta menos. Y así, cada vez más productos quedan sin vender porque no los compra nadie.
La consecuencia de eso es que las empresas que fabricaban esos productos no vendidos terminan quebrando. Y sus trabajadores en el paro.
Así que habrá aún más gente todavía gastando menos. Y claro, más productos todavía que quedarán sin vender. Es un bucle depresivo que se retroalimenta.
Ante eso, el Estado puede hacer dos cosas. O tres.
Puede no hacer nada. Puede reducir el gasto. Y puede aumentar el gasto.
Si no hace nada, la crisis seguirá su curso hasta que algún día se acabe sola.
Si reduce el gasto ocurrirán otras dos cosas. Los empleados públicos a los que baje el sueldo o que despida, gastarán menos. Y ya sabemos lo que pasa cuando los consumidores dejan de gastar en medio de una crisis.
Y los productos o servicios que deje de comprar el propio Estado para reducir gastos, al tampoco ser comprados por los particulares, se amontonarán en almacenes y las empresas que los fabricaron o cerrarán, o reducirán producción y plantilla.
O sea, un desastre añadido a otro desastre. Es lo que pasó en la anterior crisis.
Por último, el Estado puede cubrir el hueco que dejan libre los particulares durante las crisis. Lo ideal es que el Estado gaste todo lo que los privados dejan de gastar. Entonces la economía rompe la espiral depresiva y retorna al crecimiento
Eso aumenta la deuda pública? Sí. Para que sea eficaz tiene que aumentarla.
Y es muy malo? No.
Si la economía vuelve a crecer, la deuda se paga sin problemas.
Todas esas historias de generaciones futuras endeudadas de por vida son bobadas.

Los viejos árboles frente a la fachada de casa -a escasos centímetros de las ventanas- han pillado el virus con diagnóstico de contagiados asintomáticos y los operarios municipales están extirpando sus órganos. Aquí no se salva ni el tato.
D.U., comercial de motosierras.
26-06-2020.
Somos la generación que va a levantar de nuevo este país; desconozco si se refieren solo a los que tienen cuenta corriente en ese banco o no pero ¿qué generación? ¿de nuevo? ¿cuántas generaciones han levantado este país?
Demasiadas preguntas.
D.G., fabricante de tarjetas de crédito.
¿Tenemos que salir juntos de la pandemia?
J.W., sin hielo.
La solución podría estar en la repoblación de la flora intestinal.
A,G., curandero.
Plan de salida: apuntarlo todo.
B.M., aprendiendo a juntar letras.
A tirones, como los rateros, así salgo de ésta.
J.S.M., cobardeando.
27-06-2020.
¡Puf!
S.R., animador.
El ex presidente Zapatero -conferenciante indigenista de a millón- ya adelantó lo de los brotes; los suyos eran verdes.
F.G:, socialista.
¡Chopchupchop!
N.N., actor porno.
¡Rezaré todos los días para alcanzar el medio siglo!
Lo que pase después ya no es de mi incumbencia.
J.S.M., moscatel pasado y seco.
28-06-2020.
Poco queda ya por escribir.
R.O., corrector de pruebas.
Ahora es el momento de la mala literatura.
S.P., editor.
El que de verdad quiera decir algo, solo tiene un tema, la muerte.
J.J., compositor de baladas.
Lo que ha conseguido el virus durante el confinamiento es que la barriga casi ya cubra por completo la polla tiesa.
T.O., antiguo playboy.
Mañana me escapo por obligación.
E.T., fuera de cobertura.